Poso su gélida mano sobre el rostro de la joven, pudo notar como ella se estremecía del frió que le contagiaba. El vaho que salia de su boca carmesí parecía suplicar misericordia y sus ojos grises buscaban una salida de aquel infierno helado, pero todo fui inútil, apretó su frágil cuello hasta dejarla sin aliento y se despidió de ella con un dulce beso y su particular reseña de una rosa roja que tan solo Holmes reconocería.
Unas palabras duras; no miento si digo que me han llegado muy hondo, junto con un escalofrío...
ResponderEliminarJoana